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Himno del Ejército Nacional de Colombia, escrito por el maestro payanés Rafael Maya, Nacido en Popayán, el 21 de marzo de 1897 y fallecido en Bogotá, el 22 de julio de 1980 y compuesto por el maestro José Rozo Contreras, nacido en Bochalema (Norte de Santander), el 7 de enero de 1894 y fallecido en Bogotá, D. C., el 12 de octubre de 1976.
Con transcripción para piano solo por:
JUAN CARLOS CORTÉS A.
Esta obra siempre es interpretada en los actos protocolarios del Palacio de Nariño (Presidencia de la República) por la Banda del Batallón Guardia Presidencial, ante dignatarios de otros países.
HIMNO DEL EJÉRCITO NACIONAL DE COLOMBIA
Letra: Rafael Maya
Música: José Rozo Contreras
Coro:
¡Gloria, gloria al soldado!
Y que su fama corra por el solar nativo, en crónica y cantar.
Y que solo a la recia, medida de su pecho,
la patria del mañana se pueda edificar.
I
¡Soldados de Colombia! La luz de vuestras armas,
es un reflejo heroico del sol de Boyacá;
que al proyectarse en medio de espadas y banderas,
las sendas de la patria por siempre alumbrará. (Al Coro).
II
Si en cada acero vibra el temple de otros siglos,
si son nuestros fusiles herencia de otra edad,
la empresa es hoy la misma: regar con nuestra sangre
las cruces de los próceres y el árbol de la paz.
(¡Gloria, gloria al soldado!Y fin)
III (Estrofas escritas que no se cantan)
Porque ser un soldado de Colombia gloriosa,
es unir en la ráfaga de un momento estelar;
la gloria del pasado y el triunfo del futuro,
como dos lanzas puestas sobre un arco triunfal.
IV
La patria no es el cerco de abruptas cordilleras,
que el ojo humano puede medir y calcular.
La patria está en el ánimo resuelto del soldado
y solo su esperanza la puede limitar.
V
Morir para el soldado, la mano en el acero,
no es inclinarse al peso de un destino fatal,
sino ofrecer la vida, como gentil corona,
que cae en el regazo de la patria inmortal.
VI
Y cada oscura tumba donde yace un soldado,
alzándose del suelo parece un pedestal,
desde el cual se divisa, rodeada de satélites
a Colombia que trae, su luz continental.
VII
Fe, lealtad y heroísmo, trinidad protectora,
luciendo en nuestros pechos, debe ser la señal,
que identifique al bravo soldado colombiano,
si combate en la tierra, o si lucha en el mar.
VIII
Lealtad con las espadas, lealtad con la bandera
que es alto testimonio de un pacto inmortal,
y que protege y cubre, bajo sus sacros pliegues,
la cuna y el sepulcro, la mesa y el altar.
IX
Fe en el valor preciso de la vertida sangre
que va a regar las aras de un mágico ideal,
y que es el rojo néctar de que se embriagan siempre
los pueblos que nacieron para la libertad.
X
Y un sereno heroísmo, que preste a las espadas
el temple de la recia tizona de Vivar,
para que tenga limpias de sombras las fronteras
y siempre guarnecida la torre del solar.
XI
Tal la misión sublime del ínclito soldado,
que el escudo sagrado de la patria al besar,
trae, garantizado su amor al sacrificio,
dos testigos unánimes: Dios y la humanidad.
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